domingo, 27 de noviembre de 2011


Una vez leí que los amores de verano mueren junto a los mosquitos, cuando llega el frío a la ciudad, quizá sea una comparación cómica pero cierta, sobre todo si sabes que el frío, aunque sea agosto, está a la vuelta de la esquina.
Supongo que llegados a una edad, somos capaces de tirar por la borda mentiras universales, dejamos de creer en los reyes magos, o en ese gordo que pasa por la chimenea un veinticinco de diciembre, o que a los niños los trae la cigüeña. Sin embargo, somos tan imbéciles como para seguir creyendo en cuentos de hadas. A medida que crecemos, la realidad se hace mas dura, y las mentiras menos piadosas.

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